La pionera institución deportiva de Villa Urquiza, el Club Jorge Gibson Brown, ve por estas horas muy comprometida su continuidad en el torneo Argentino B de fútbol al perder el apoyo de fondos estatales.
El motivo no es otro que el tembladeral partidario que produjo las últimas elecciones legislativas, donde el Gobierno de la renovación alcanzó alrededor del 20% de los sufragios en Posadas y el 30,9 en todo el territorio provincial.
En el “pasaje de facturas interno” parece haber quedado afectado algún dirigente oficialista, arrastrando a la cuasi defección a los deportistas “verdirrojos”, que accedieron a ese sitial del fútbol argentino por méritos deportivos y luego de eternas temporadas de muy paciente espera.
Pero esta situación no es más que un síntoma de la política del “vamos por todo” en la cual se embarcó la Renovación, intentando cooptar cuanta organización económica, política, musical, ecológica, deportiva o de cualquier otra índole que apareciere en el tejido social Misionero.
En una Provincia donde el Estado es el principal y casi excluyente motor económico, renunciar a la posibilidad de su financiamiento es motivo de deterioro casi seguro. Por lo tanto centenares de agrupamientos que sólo pretenden satisfacer las diversas necesidades o aspiraciones de sus asociados y simpatizantes, por obra de una presión asfixiante, caen obligados a formar parte de una maquinaria proselitista, con pretensión de única e imperecedera. Cueste lo que cueste.
Podríamos largamente ilustrar sobre la discrecionalidad del manejo de los fondos estatales. Para los amigos sí, para los demás el látigo.
Esa absurda visión de una sociedad monocolor se ha ido de narices contra la realidad, el pasado 30 de Junio. En la conferencia de prensa del final de esa jornada, Closs y Rovira remarcaron la necesidad de escuchar a todos los sectores, ser más tolerantes y menos soberbios.
Parece que la autocrítica solo fue un discurso más de campaña, ya que en vez de tolerancia encontramos a una de nuestras organizaciones deportivas más grandes de Misiones, enredadas en las mezquindades políticas y a pocos pasos de ver frustrado su mejor momento deportivo de sus casi 100 años de vida.
Sirva esta reflexión para abandonar la asfixiante y bravucona política renovadora del “vamos por todo” y pasemos a la concreción de una política de estado para las asociaciones civiles, en especial las del arte y el deporte. Con presupuestos explícitos, transparentes y basados en los meritos, no en el amiguismo correligionario.
Nada extraño o inaplicable, podríamos copiar a Corrientes que asigna fondos por estricta justicia deportiva. Otro caso cercano para copiar, es la también administración kirchnerista de Chaco, que realiza un reparto equitativo, sin andar pidiendo sumisión a nadie.
El cambio esta en las manos del gobierno, así como la posibilidad que el club Jorge Gibson Brown, y tantos otros que han hecho merecimientos, sean apoyados sin tener que andar prestando juramento de fidelidad renovadora contra voluntad.
Déjenlos que hagan lo que mejor saben y para el motivo que nació cada institución. Sabrán agradecer algo de aire fresco.
Fuente: Primera Edición.